martes, 12 de abril de 2011

Al Fin

Y ustedes diran: ¿Y dónde esta la música? Yo contesto : En la segunda parte. Eso quiere decir que esta es la primera parte.

Luego se preguntaran: ¿Y esto a quien le importa? Y yo contesto: ¡Bancatela!

Reina el caos en el Aeropuerto de Santiago. Los músicos de Deftones, The National y muchas de las bandas que tocarían luego en Lollapalooza, además de una multitud de turistas de distintos lugares del continente americano y Europa, se amontonan en el sector de arribos internacionales. Y por supuesto que allí está la fuerza pública también. Una jauría numerosa de perros entrenados olfatean los equipajes de los recién llegados.

Comienzo a transpirar mientras espero que mi maleta aparezca por la cinta transportadora. Entonces, un perro labrador enfundando en un chaleco verde militar se acerca a mí y mueve su cola amigablemente. Junto a él camina un miembro de la fuerza policial. Mi corazón está a punto de explotar. El perro me observa e intento ignorarlo. ¡Por Dios, que se vaya con su boca babeante lejos mío! Miro al policía y sonrió como diciendo lindo perrito, este me responde con un movimiento de cabeza bastante característico en los uniformados y sigue su camino. La tensión alcanza su punto máximo y luego se diluye.

Finalmente, tomo mi valija y avanzo rápido en dirección al escáner. Allí presento mi declaración de aduanas, me realizan dos o tres preguntas de rutina y finalmente estoy afuera. Las gotas de sudor corren por mi espalda aunque me siento ya mas aliviado mientras me dirijo hacia la salida para fumar un cigarrillo e intentar tomar un taxi. Cientos de fanáticos insoportables aguardan la salida de Deftones (banda que es pasión de multitudes entre los jóvenes chilenos) y del resto de los grupos. Hay periodistas, flashes, curiosos y algunos oportunistas (dealer incluído) también.

Una vez registrado en el hotel, salgo a caminar por Santiago con la idea de observar como es la vida cotidiana de nuestros vecinos transandinos. Me sorprendo con la limpieza, el orden y la seguridad de sus calles. Algo que la diferencia del resto de las capitales latinoamericanas, donde la violencia y el desorden forman parte de la locura diaria.

El cerro Santa Lucia tiene una altura de 630 metros y se encuentra en el corazón de Santiago de Chile. Es un parque con un camino en espiral que va desde la cima del cerro hasta su base. Allí puede uno relajarse rodeado de arboles, fuentes y lagartijas. Me recuesto sobre el césped y entro en un estado de semisueño tranquilizador que andaba necesitando desde hace bastante tiempo. Cuando uno vive su vida rodeado de compromisos profesionales, dormir o descansar no es una opción sino más bien una obligación. Una puta obligación desprovista de todo placer que solo sirve para poder seguir al día siguiente. El ritual de lo habitual. Estamos encerrados en una jaula sin barrotes de la que es casi imposible salirse. Y contar con tres o cuatro días por delante de libertad condicional es un buen plan y una tregua en la guerra cotidiana.

Un concierto de rock es un simulacro de libertinaje. Es una oportunidad para ser uno mismo durante una cierta cantidad limitada de tiempo. Y esta era la razón fundamental por la que estoy en Santiago.

Lollapalooza significa “Inusual y/o extraño” en alguna clase de argot. Nació en 1991 ideado por Perry Farrell y podría decirse que fue el festival más importante para la nación alternativa y toda la movida de bandas que surgieron a principio de la década de los 90. Jane’s Addiction, Nine Inch Nails, Cypress Hill, Stone Temple Pilots, Rage Against the Machine, Primus, Tool, Smashing Pumpkins y Beastie Boys fueron las bandas que pasaron por los escenarios del festival en sus primeras ediciones. Nirvana iba a presentarse pero Kurt Cobain se voló los sesos un día antes de salir a tocar. En fin, Lollapalooza significo mucho para los que fuimos adolescentes a comienzo de los 90. El grunge y el movimiento alternativo fueron la última esperanza de salvación para el rock. El grito de una generación sin esperanza. Los 60 habían quedado bastante atrás y esto era lo único que quedaba por hacer. Echale la culpa a tus padres.

Algo inusual y extraño fui a buscar. Reencontrarme con ese espíritu noventero y mirar hacia el futuro de la música también. A pesar de los anunciantes, las corporaciones, la parafernalia y todo lo demás. Las reglas del juego obligan a que sean necesarios. Y por eso tal vez se trate de un simulacro de libertinaje. Solamente un simulacro. Pero a pesar de todo se siente bien.

4 comentarios:

Micaela dijo...

Un concierto de rock es un simulacro de libertinaje.

clap clap

Micaela dijo...

igual soy ale, desde la compu de mica

Un curioso encontró dijo...

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Un curioso encontró dijo...

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